TERMINA LA HISTORIA
Actividad 3
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Una joven soñó una noche que caminaba por un extraño sendero campesino, que ascendía por una colina boscosa cuya cima estaba coronada por una hermosa casita blanca, rodeada de un jardín. Incapaz de ocultar su placer, llamó a la puerta de la casa, que finalmente fue abierta por un hombre muy, muy anciano, con una larga barba blanca. En el momento en que ella empezaba a hablarle, despertó. Todos los detalles de este sueño permanecieron tan grabados en su memoria, que por espacio de varios días no pudo pensar en otra cosa. Después volvió a tener el mismo sueño en tres noches sucesivas. Y siempre despertaba en el instante en que iba a comenzar su conversación con el anciano.
Pocas semanas más tarde la joven se dirigía en automóvil a una fiesta de fin de semana. De pronto, tironeó la manga del conductor y le pidió que detuviera el auto. Allí, a la derecha del camino pavimentado, estaba el sendero campesino de su sueño.
-Espéreme un momento -suplicó, y echó a andar por el sendero, con el corazón latiéndole alocadamente.
Ya no se sintió sorprendida cuando el caminito subió enroscándose hasta la cima de la boscosa colina y la dejó ante la casa cuyos menores detalles recordaba ahora con tanta precisión. El mismo anciano del sueño respondía a su impaciente llamado.
-Dígame -dijo ella-, ¿se vende esta casa?
-Sí -respondió el hombre-, pero no le aconsejo que la compre. ¡Un fantasma, hija mía, frecuenta esta casa!
Entonces ella empezó a enlazar recuerdos. ¿Cómo sabía que la casa estaba en venta? ¿Acaso el sueño fue un recuerdo de cuando era más pequeña?
ResponderEliminarLos padres de la joven murieron hace unos meses y los sueños no empezaron mucho más tarde. Había una relación. ¿Sería esta una señal que le enviaban desde donde quisieran que estuvieran sus padres para que fuese en su busca?
Allí estaban seguramente papá y mamá esperándola, en la casa de sus sueños.
Maite Martin Hidalgo
ResponderEliminarLa joven, obviando la advertencia del anciano, decidió comprar esa casa, pues su instinto le decía que en esa casa había algo que ella debía descubrir. Poco tiempo después, en cambio, la joven se arrepintió enormemente de la compra realizada, pues desde que se había instalado allí, cada noche tras meterse en la cama escuchaba un ruido susurrante, como si alguien le llamase, y este solo desaparecía cuando el sol ocupaba el puesto de la luna. Al final, la joven, tras meses intentando descifrar la procedencia del ruido y la razón por la que había creído ella que tenía que comprar la casa, decidió marcharse de allí, huyendo lo más lejos posible para no volver a escuchar esos susurros. Sin embargo, esa llamada susurrante se convirtió en un ruido penetrante y le acompañó el resto de su vida.
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ResponderEliminarLa joven se quedó en silencio, aunque sentía que conocía la casa y al hombre que tenía delante a la perfección gracias a su sueño, esa conversación a la que tantas ganas había tenido de llegar le hacía sentirse insegura. Su instinto le gritaba que se alejase de todo ese escenario cuanto antes, pero una fuerza mayor le obligó a quedarse y hacer la pregunta que tanto temía formular:
ResponderEliminar- ¿El fantasma de quién?
En ese momento una de las ventanas del piso superior se abrió golpeando fuertemente la pared. La muchacha levantó la vista sobresaltada y cuando la volvió a bajar el anciano había desaparecido, como si se hubiese esfumado, como si realmente nunca hubiese estado allí.
Patricia Sierra
-Un fantasma -repitió ella-, quizá las voces... las palabras podrían venir de... ¿Sabe quién es?
ResponderEliminar-No lo sé, hija mía, no lo sé, eh... Lo mejor será que te marches.
-Es mi madre; tiene algo que decirme. Déjeme entrar, se lo suplico.
Entró, y según dio el segundo paso, cayó en un agujero tan profundo que del susto despertó.
-¿podría, al menos, visitar la casa?- preguntó la joven.
ResponderEliminar-Si así lo desea, será un placer que me haga compañía- respondió el anciano.
Nada más entrar en la casa la chica se quedó paralizada. De pronto despertaron en ella los recuerdos sumidos en un poderoso letargo que ahora se sentían como procedentes de otra vida. Reconoció aquellas paredes blancas, esa mesa de madera redonda junto a la esquina, las exóticas escaleras de ébano que conectaban con el segundo piso...
Sin mediar palabra se dirigió aprisa hacia el fondo de la casa y abrió la puerta blanca que quedaba a su derecha. Allí estaba, allí seguía, esperándola, su cuarto en el que tantas horas había pasado y en el que el tiempo parecía haber hecho mella. Ahora la recibía como a una vieja amiga cuyo reencuentro resulta casi amargo por el largo tiempo pasado.
Entonces reconoció en la figura de aquél viejo solitario a su ahora anciano padre. Entonces recordó el fatídico día, el desgraciado accidente.
-¿Y sabe usted quién es el fantasma o qué es lo que quiere?
ResponderEliminar-La verdad es que no lo sé, siento su presencia de vez en cuando pero cuando intento establecer algún tipo de comunicación siempre desaparece.
-¡Qué interesante! A lo mejor conmigo sí quiere hablar, ¿me invitaría usted a una taza de café a ver si se anima a unirse a nosotros?
-Por supuesto hija, pasa.
Después de que la joven cruzase esa puerta no se supo nunca nada más de ella, el anciano y ella desaparecieron para siempre. Se rumorea que el fantasma se los llevó con él a otra dimensión.
Entonces ella se dio cuenta que el fantasma del que hablaba el hombre no era otra persona que ella misma. En las noches en las que supuestamente había soñado con esa casa, el anciano la había visto vagando por ahí y había hablado con ella. Sin embargo, el anciano no tuvo la oportunidad de ver bien como era el aspecto de aquella joven que lo visitaba ya que, cuando aparecía, su imagen era casi translúcida. Por lo tanto, lo que para la joven había sido un sueño era real y lo que para el anciano había sido un fantasma, era la joven.
ResponderEliminar- ¿Un fantasma? ¿Y usted lo ha visto?- dijo ella.
ResponderEliminar- Cuenta la leyenda que en esta hermosa casa vivía una gran familia compuesta por los padres y dos hijos. Una madrugada, unos ladrones irrumpieron en el hogar sigilosamente. Ya te puedes imaginar el desgraciado final que tuvo...- dijo el anciano.
La joven entró en la casa. Se dirigió directamente a la habitación de los padres y de pronto, todas las puertas se cerraron. La joven comenzó a gritar y a gritar y el anciano, muerto de miedo, escapó de esa casa.
Nunca más se nada de esa joven...
El anciano invitó a la chica a entrar en aquella casa con la que tanto había soñado y la joven entró muy entusiasmada pensando en las maravillas que se iba encontrar en el interior. El anciano le fue enseñando su hogar hablándole sobre todo tipo de sucesos allí acontecidos durante los últimos años. Ambos anduvieron por aquella inmensa casa charlando animadamente hasta que llegaron hasta la última habitación del tercer piso. Antes de entrar en la misma, el anciano advirtió a la chica de que aquel era el cuarto del fantasma de la casa y abrió la puerta de manera pausada para que los dos entraran. La joven, al entrar en aquel dormitorio se volvió blanca como la nieve y cayó al suelo al verse a sí misma tumbada en la cama mirándola fijamente.
ResponderEliminarNora Bonilla
-¿Un fantasma?¿Eso es posible?
ResponderEliminar-Si. Cuenta la leyenda que una joven caminaba por un sendero campesino cercano a esta casa. Minutos después llamó a la puerta y desaparecía. Por eso se dice que en esta casa vive un fantasma.
-La verdad que no veo a ninguna por aquí.
-¿Estas segura?
La joven no comprendía lo que estaba sucediendo. ¿Era real? ¿Estaba en otro sueño?. ¿había desaparecido la línea entre lo real e irreal? Y es que se encontraba en un sueño atrapado en otro sueño en aquella casa con un sendero y un hombre muy anciano de barba larga que estaba respondiendo a una pregunta de una mujer. Esta con ansa preguntaba si la propiedad estaba a la venta.
-¿Eres tú el fantasma que habita esta casa? -preguntó ella-.
ResponderEliminarPero antes de que el anciano pudiese contestar, horrorizada, salió corriendo colina abajo. El anciano echó a andar tras ella mientras gritaba reiteradas veces:
-¿No quieres escuchar mi respuesta?, ¿No vas a dejar que te explique quién soy?
La joven enloquecida seguía corriendo pero sus piernas empezaban a fallar y sentía su respiración ahogada. Cuando ya no podía más echo la vista atrás y vio al anciano tan cerca que volvió a retomar la carrera, está vez sin mirar atrás y con una efusividad superior. Tal fue esa efusividad que al llegar al final del camino chocó contra el coche y se derrumbó al suelo.
Entonces abrió sus ojos, todo había sido un mal sueño pero, esta vez, se trató de un laaaaargo sueño.
-Sí -respondió el hombre-, pero no le aconsejo que la compre. ¡Un fantasma, hija mía, frecuenta esta casa!
ResponderEliminar-¿Cómo que un fantasma? -le preguntó.
-Sí. -El anciano entrecerró los ojos, sin dejar de observar a la chica que tenía delante- Y, ahora que lo pienso, se parece mucho a ti. El mismo pelo, el mismo color de ojos, la misma piel... ¡incluso la misma voz!
"Pero, ¿este anciano está loco o qué le pasa?" se preguntó ella, incrédula por la dirección que había tomado la conversación.
-Sí sí sí, idénticas -seguía el anciano.
De pronto, las manos de la muchacha empezaron a temblar sin control alguno. Primero sus manos, después de sus rodillas, luego su garganta, en la que empezó a crear un nudo tan grande que convirtió los ojos de la joven en cristalinos. Estaba llorando.
Porque, ¿cómo era posible? ¿Cómo era posible que, después de pactar con el mismísimo diablo, ni aún así haya conseguido revivir del todo?
Ane Aguirre.
La chica pensó que la casa formaba parte su vida, si no presente, pasada. "La vida está llena de fantasmas" pensó. Tras la compra de la casa, supo que aquel sueño era una premonición. La casa había pertenecido a sus antepasados, pero había sido abandonada tras la Primera Guerra Mundial. Nunca se la mencionaron, era un secreto incómodo en el legado familiar. Todos nos convertimos en fantasmas, algunos en vida, muchos otros, tras la muerte. Aquella casa era el umbral al universo espectral al que ahora, Sara, se unía definitiva e irreversiblemente. Cerró la puerta principal con la llave de cobre. Nunca más volvería a salir de allí.
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